Todos los seres humanos tienen una historia qué contar, pero no todos se atreven a abrir su corazón. Andrés Zuno, sí.
Perder a su padre a los cinco años, ver a su madre marcharse a un hospital debido a la depresión por esa pérdida, suena dramático.
Y lo es, pero Los Hijos También Lloran va más allá de la tragedia y el caos emocional que despierta en el chico todo este cuadro familiar.
Zuno compartió su vida a través de esta puesta en escena ante un Auditorio San Pedro casi lleno que aplaudió la propuesta que protagoniza el actor junto con Ludwika Paleta, quien hace el personaje de su mamá y que además es una de las productoras de la obra.
La buena química de los dos se nota a lo largo de la representación, cuyo texto original es de Zuno y donde también actúan Hamlet Ramírez (el papá), Pablo Perroni y Montserrat Marañón, los abuelos de la historia y quienes además hacen otros personajes circunstanciales.
Inspirado por el nombre de la telenovela Los Ricos También Lloran, el actor propuso ambientar su historia real con motivos ochenteros que vivió en su etapa infantil.
Todo parte de la muerte de su padre ocurrida en 1985, suceso simultáneo al terremoto de septiembre de ese año en la Ciudad de México.
Dirigidos por Lorena Maza y Álvaro Cerviño, los actores consiguen transformar un hecho dramático en algo que también es motivo de diversión en la audiencia.
En esto la producción juega un papel importante, pues los efectos audiovisuales resaltan cuando las tres pantallas proyectan escenas de musicales de Timbiriche y Lucía Méndez o de los programas La Hora Marcada, Siempre en Domingo y Juguemos a Cantar, entre otros.
El efecto nostálgico surge de inmediato entre los presentes que ríen al recordar esta época.
Otro aspecto a favor de la obra es que cuenta con momentos en los que los actores dramatizan al más puro estilo de las telenovelas de los 80.
En esas partes su trabajo se vuelve más entretenido pues sobreactúan y gesticulan intencionalmente de más.
Todo es contado de acuerdo al tiempo en el que el personaje central, en su etapa de niño, vivió la tragedia de perder a su padre y de vivir al lado de su mamá, una mujer que se enfrentó a la realidad de estar dedicada a su hijo, pero sin saber cómo manejar la pérdida de su esposo.
En una hora y media, Los Hijos También Lloran consigue buena recepción en una tan sólo un acto, pues el texto resulta ágil, gracias al destacable desempeño de los actores y el recurso audiovisual que se vuelve una parte clave de la historia.