Rachel Sequoia (sí, como el árbol), se ha convertido en el último soplo de aire fresco que ha llegado al habitualmente mundo gris de los negocios estadounidenses. Más de un centenar de inversores de Silicon Valley, el epicentro californiano de las nuevas tecnologías y los negocios más disparatados, se quedaron boquiabiertos cuando, la semana pasada, una veinteañera con aire hippy les pidió que participasen con medio millón de dólares en su empresa para comercializar aire.
Descalza y vestida al más puro estilo de la psicodelia de los 70, Sequoia se plantó delante de los millonarios miembros del Venture Capital Fundrising Club (VCFC), y durante cuatro minutos trató de convencerles para que se unieran a «Share the air», su iniciativa para vender «tarros con el aire de los lugares más exóticos y alucinantes del mundo».
Aire a 10.000 dólares el frasco
La idea de la joven consistía en que los clientes pagasen entre 100 y 10.000 dólares por aromatizar su casa con «los olores de la comida y la gente» de ciudades como Paris, Atenas o Madrid. Según Sequoia, el precio variaría en función de la potencia, localización, antigüedad, rareza y energía del aire enlatado. Así, «el bote de 10.000 dólares sería el de aire recogido directamente de la cima del Everest», explicó la pizpireta empresaria en ciernes.
La joven pidió a sus futuros socios 500.000 dólares para formar un equipo de especialistas en aire, comprar el material necesario para embotellarlo y, en un futuro, crear «granjas de aire» para cultivar aromas de determinados lugares del planeta.
Una gran broma
Sin embargo, a pesar de que la propuesta despertó el interés y los aplausos de la mayoría de los asistentes, ninguno podrá invertir en «Share the Air». Rachel Sequoia es en realidad Rachel Cherones, una actriz de 20 años, y su empresa destinada a comercializar aire de distintos países no fue más que una broma pensada por la compañía especializada en imagen de marca Trademarkia, para demostrar que el mundo de los negocios está llegando demasiado lejos.
Si ya es difícil calcular el valor de algo tan poco tangible como una red social, ¿cómo calcular el precio del elemento más etéreo del planeta, el aire? Eso pensaron los ejecutivos de Trademarkia, que pagaron 100 dólares a Cherones para que en una noche preparase su personaje e interpretase un guión destinado a ver a dónde llegaría la ambición de los gurús de Silicon Valley en sus arriesgadas apuestas financieras.
A pesar de que ya no será una gran mujer de negocios, Cherones ha visto cómo el vídeo de su interpretación en el VCFC se convertía en un fenómeno viral en Internet y recibía más de 213.000 visitas en YouTube en menos de una semana. También su cuenta de Twitter se disparaba con 2.000 nuevos seguidores.